Era un pordiosero del que se decía odiaba el baño, el mes de julio y las riquezas. Juan tenía dos características que lo diferenciaban de cualquier pordiosero.

La primera es que era un hombre piadoso que repartía sus ganancias diarias con otros menesterosos.

La otra característica que hacía especial a Juan era su afección por los dichos y las frases llenas de sentido común, La fama de Juan del Jarro se solidificó con los años: era un loco iluminado, era un listo muy loco, lo cierto es que era amigo de todos y aceptaba convites a mesas suntuosas igual que a cocinas humildes

Juan se daba a querer. Se cuenta que una señorita de casa decente quiso hacer mofa de Juan cuando lo vio pasar por la plaza central.

La dama en cuestión estaba convencida de que Juan del Jarro no era más que un charlatán que embaucaba incrédulos para enriquecerse. Al verlo pasar le dijo: «Dime, adivinador, ¿cómo se llamará el que ha de ser mi esposo?»

«Te casarás, pero no con el padre del niño que llevas en el vientre» –contestó el pordiosero. Poco después la señorita decente abandonó la ciudad porque la familia descubrió que Juan tenía razón

La leyenda creció, se decía que Juan podía saber el futuro porque lo escuchaba en su jarro de terracota.

El día que Juan murió, San Luis Potosí rindió un homenaje fastuoso al más pobre de sus ilustres.

Por un día se olvidaron las clases. Se cantó, se deseó descanso eterno a don Juan, sobre todo se reconoció que la generosidad no tiene clase

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