A casi un siglo de su fundación el partido revolucionario institucional, (PRI) a caído en una de sus peores crisis de sus larga existencia, entre varios factores que qu se conjugaron para esta realidad se encuentran la falta de credibilidad entre sus militantes, el alejamiento de su base social y la falta de capacidad para adaptarse a los cambios exigentes por la sociedad.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), fundado el 4 de marzo de 1929 como el Partido Nacional Revolucionario (PNR), dominó la política mexicana durante gran parte del siglo XX.
Sin embargo, a casi un siglo de su creación, su poder se ha reducido drásticamente.
Durante décadas, el PRI fue sinónimo de estabilidad política, desarrollo económico y un régimen autoritario disfrazado de democracia. Mantuvo el poder mediante un sistema corporativista, el control del voto y el uso de recursos del Estado.
Sin embargo, el desgaste del modelo y la exigencia de apertura democrática marcaron el inicio de su declive.
La primera señal clara de debilitamiento fue la elección presidencial de 1988, cuando el candidato priista Carlos Salinas de Gortari ganó en medio de denuncias de fraude.
En el año 2000, el PRI perdió la presidencia ante el PAN con Vicente Fox, marcando un quiebre en su dominio histórico.
Aunque recuperó el poder en 2012 con Enrique Peña Nieto, su administración estuvo marcada por escándalos de corrupción y mal gobierno, lo que llevó a su peor derrota en 2018.
Casos como Odebrecht, la Casa Blanca de Peña Nieto y desvíos de recursos en gobiernos estatales generaron un repudio ciudadano.
La lucha de facciones dentro del PRI ha impedido su renovación y adaptación a las nuevas dinámicas políticas.
Pasó de ser el partido del sistema a un partido sin una base ideológica clara, lo que dificultó atraer nuevas generaciones.
Auge de nuevas fuerzas políticas:
Morena, fundado por Andrés Manuel López Obrador, capitalizó el descontento social y desplazó al PRI como el partido dominante.
Actualmente, el PRI enfrenta su peor crisis.
En las elecciones de 2021 perdió gubernaturas clave y quedó relegado a ser una tercera o cuarta fuerza política.
Para 2024, su papel dentro de la alianza opositora será crucial, pero su supervivencia como partido independiente está en duda.
Para recuperar relevancia, el PRI necesitaría una reforma profunda: nuevos liderazgos, un discurso actualizado y una reconexión con la ciudadanía.
Sin embargo, su desprestigio es tan grande que su resurgimiento parece improbable a corto plazo.
En conclusión, el PRI es hoy la sombra de lo que ayer fué.
Su caída es el resultado de décadas de corrupción, falta de renovación y la llegada de un nuevo panorama político donde su modelo de poder ya no tiene cabida.
A 96 años de su fundación, el partido que construyó el México moderno enfrenta la posibilidad de desaparecer o reinventarse.
Por Mayra Sierra / iQ inteligencia Colectiva