El video en el que se escucha al diputado local de Baja California Sur, Sergio Polanco Salaices, bromear sobre la violencia contra las mujeres, no es un simple desliz verbal.

Es una muestra clara del machismo normalizado que aún persiste en sectores del poder público.

Las palabras “por algo las agreden, a lo mejor son medio gritoncitas”, pronunciadas en un ambiente de camaradería con otros militantes de Morena, exhiben una actitud preocupante: la trivialización de una de las problemáticas más graves que enfrenta el país.

El hecho se agrava aún más por el contexto: una reunión para organizar un evento con causa, precisamente a favor de mujeres víctimas de violencia.

Resulta contradictorio y ofensivo que, en un espacio orientado a brindar apoyo y visibilidad a quienes han sufrido agresiones, se profieran comentarios que justifican o minimizan esos actos.

Aunque el legislador ofreció una disculpa pública tras la presión social y mediática, esta no es suficiente.

En un país donde cada día mueren mujeres por el solo hecho de serlo, no basta con un comunicado de arrepentimiento.

Los representantes populares, por su investidura y responsabilidad, deben rendir cuentas más allá del discurso.

Cuando una figura pública emite expresiones que perpetúan estereotipos y violencia, no solo afecta la dignidad de las víctimas, sino que pone en entredicho el compromiso institucional con los derechos humanos y la igualdad.

Los colectivos feministas, activistas y ciudadanas que han alzado la voz tienen razón: no se trata de un “error”, sino de una forma de pensar que no puede tener cabida en el ejercicio del poder.

El Congreso de Baja California Sur debe tomar medidas concretas, ya sea mediante una sanción legislativa, una exhortación oficial o el sometimiento del diputado a un proceso de reeducación en materia de género, con seguimiento transparente.

Si no se actúa con contundencia, el mensaje que se envía es que el discurso misógino puede ser tolerado siempre y cuando venga acompañado de una disculpa a posteriori.

Y eso, en una realidad marcada por la impunidad y el dolor de miles de víctimas, sería inaceptable.

Por Mayra Sierra / Inteligencia Colectiva

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