Alito pasó de repartir trancazos a declararse perseguido político en menos tiempo del que tarda en sonar una campana de box. }
Tal vez lo próximo sea verlo pidiendo asilo en la WWE o exigiendo que le reconozcan como víctima del bullying legislativo.
Lo cierto es que, si sigue así, el Congreso necesitará menos asesores y más réferis
Ciudad de México, 30 de agosto.- En el Congreso se vivió lo que parecía una función de “Lucha Libre AAA” versión legislativa.
Por un Lado el líder del PRI, Alejandro “Alito” Moreno, acompañado de sus inseparables sparrings Carlos Gutiérrez Mancilla y Erubiel Alonso.
Ambos decidieron que la mejor manera de debatir era repartir patadas y golpes, dejando tirado al morenista Emiliano González, que más que legislador parecía víctima de una llave mal ensayada.
El espectáculo lo grabaron decenas de cámaras —porque si algo no falta en San Lázaro son celulares listos para captar el chisme— y mostró a un Alito encendido, con más entusiasmo que argumentos.
Después ocurrió lo más sorprendente: el propio Moreno, todavía con los guantes imaginarios puestos, pidió incorporarse al Mecanismo de Protección para Periodistas y Defensores de Derechos Humanos.
En su petición, el priista se autodefine como “ciudadano defensor de los derechos humanos”.
Sí, el mismo que minutos antes había confundido un debate con un ring.
Alito asegura además ser víctima de “amenazas directas” de Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, y acusa persecución del Estado mexicano, como si la 4T lo tuviera en la mira por su récord de nocauts legislativos.
De esta forma, Alito pasa de verdugo a mártir en tiempo récord, intentando que la historia lo recuerde menos como un agresor en plena sesión y más como un héroe incomprendido de los derechos humanos.
Eso sí: de seguir así, la próxima sesión necesitará réferi, campana y tal vez hasta máscara para cada diputado.
Por Mayra Sierra / Inteligencia Colectiva