Chetumal, Q. Roo. – En un ambiente lleno de gratitud y emoción, la asociación civil “Mujeres con Manos Unidas”, presidida por Verónica Perales Dittrich, celebró su octavo aniversario de vida, recordando que la verdadera fuerza de una comunidad se mide por la capacidad de tender la mano a quien más lo necesita.
Desde hace ocho años, esta noble asociación ha sido un refugio de esperanza para mujeres víctimas de violencia, personas enfermas sin recursos y jóvenes que, lejos de sus hogares, buscan cumplir sus sueños.
En su albergue, ubicado en la calle Rafael E. Melgar #308, Mujeres con Manos Unidas ofrece techo, alimento, consuelo y, sobre todo, un abrazo sincero a quienes atraviesan los momentos más difíciles de sus vidas.
“Somos pocas manos, pero un solo corazón”,
expresó con emoción Verónica Perales, recordando que esta labor nació de los valores que su madre le inculcó desde niña: ayudar sin esperar nada a cambio.
“De pequeña visitábamos casas hogar y llevábamos comida a los niños. Hoy, con amigos, compañeros del Instituto Tecnológico de Chetumal y muchos corazones solidarios, seguimos haciendo lo mismo: acompañar, escuchar y sostener”, compartió.
La asociación también impulsa un programa de becas alimenticias para estudiantes de comunidades rurales que llegan a Chetumal sin recursos suficientes.
En este espacio, los jóvenes reciben alimentos gratuitos, lo que les permite continuar sus estudios con dignidad y esperanza.
“A veces tienen que elegir entre pagar una renta o comer; aquí encuentran un lugar donde pueden hacerlo sin preocuparse por eso”, comentó Verónica Perales.
Pero detrás de cada sonrisa y cada plato servido hay un esfuerzo diario. Son pocos los voluntarios, y muchas las necesidades.
“Hay días en los que no nos damos abasto, pero el corazón vuelve a latir con fuerza cuando ves que alguien logra salir adelante. Por eso no podemos rendirnos«
«Este albergue sigue vivo gracias a la gente que cree, que confía y que dona con el alma”, dijo con profunda gratitud.
Durante la celebración, el ambiente se llenó de música, alegría y esperanza con la participación del Juglar Chetumaleño José Ignacio López y el grupo Éxodo, quienes pusieron ritmo a una noche que, más allá de la fiesta, fue un recordatorio del poder de la solidaridad.
Verónica Perales aprovechó para agradecer al Ing. Mario Argüello, por brindar la casa donde opera el albergue, y a todas las personas que han contribuido con donativos o trabajo voluntario.
“Cada ayuda, por pequeña que parezca, cambia vidas.
Una botella de agua, una bolsa de arroz o un día de tu tiempo pueden significar un mundo para alguien que lo ha perdido todo”, enfatizó.
Hoy, más que nunca, Mujeres con Manos Unidas hace un llamado al corazón de los chetumaleños:
“Invitamos a todos a sumarse. No esperemos a tener mucho para ayudar; lo poco, compartido con amor, se vuelve grande. Cuando das con el corazón, no solo ayudas a otros, sino que te transformas tú también.”
A lo largo de ochoaños, esta asociación ha demostrado que la solidaridad no conoce límites, que el amor puede más que la indiferencia y que, cuando las manos se unen, la esperanza vuelve a florecer.
En Chetumal, Mujeres con Manos Unidas es más que una organización: es un símbolo de humanidad, un faro que ilumina el camino de quienes buscan una segunda oportunidad.
Porque cuando alguien da sin esperar, el corazón de la ciudad late más fuerte.
Por Mayra Sierra / Inteligencia Colectiva
